viernes, 20 de julio de 2012

El pájaro picacráneos


El pájaro picacráneos
Bueno, sí, la profesora de Lengua Castellana y Literatura, licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, que intenta ser habitual ejemplo de civismo y saber estar para sus alumnos, se va a poner pelín vulgar. Y más que se pondrá, a tenor de las circunstancias, en un futuro inmediato. Y es que hace poco, en una distendida reunión en la que confluimos varios docentes, un maestro de León contó con gracia el chiste del pájaro picacráneos, que a mí me dio pie a largas reflexiones por analogía (parece que nunca mejor dicho).  Para el que no lo conozca:
“Un joven naufrago llega a una isla desierta. Después de besar el suelo y darle las  gracias a todos los dioses, se sienta y comienza a mirar a su alrededor.  De repente se da cuenta de que no es el único habitante humano de la isla. Un viejo con una barba de mucho tiempo, se le acerca y le da la bienvenida. El joven, tras un rato de charla,  le pregunta al  viejo: ¿cómo haces para sobrevivir aquí?  A lo cual este responde: bueno, realmente en esta isla hay comida y agua más que de sobra. Sólo debes tener cuidado con el pájaro picacráneos. Te puedes imaginar,  por su nombre, dónde estriba su peligro. Y, claro, la única solución es excavar un hoyo en el suelo para cuando aparezca. De ese modo podrás meter la cabeza. Eso es lo único que te pondrá a salvo.
Así lo hace el recién llegado. Excava su propio agujero para introducir la cabeza cuando llegue el pájaro picacráneos.
Entonces  el viejo, en la distancia, se pone de repente a gritar: ¡el pájaro picacráneos, el pájaro picacráneos!  El avisado naufrago introduce rápidamente la cabeza en el agujero. Y el viejo se dispone a abusar, y abusa,  del expuesto culo que ha quedado sin defensa. A lo que desde abajo, el joven responde: pica, pica, que hasta que llegues al cráneo… “
Enlazo el chiste con la realidad que nos ocupa. Digamos que, entre las técnicas que nuestros gobiernos emplean para estafarnos, hay una muy evidente pero, no por ello, menos efectiva. Es el viejo truco de anunciar que se nos va a rebajar  30 (por poner un ejemplo numérico),  para que salten todas las alarmas, preparemos nuestra afrentada indignación, mesemos nuestras barbas y levantemos nuestras voces. Así, tras los gritos y los azorados basta ya, nuestros gobernantes se muestran comprensivos, humanos, y nos dicen: “bueno, vale, en vez de 30, la rebaja será de 15”.  Nos gusta, de repente, más ese discurso. Nos suena distinto. Bueno,  nos decimos,  si es solo 15… Nos sentimos hasta triunfantes. Nos sentimos hasta con voz porque nos han escuchado. Nos autopercibimos hasta con potestad. Pero…  ojo, querían, desde el principio, robarnos solo ese 15. He aquí el truqui. ¡Y todos contentos, que hasta que lleguen al cráneo...!
Como resulta que Andalucía avanza, tras el palo extra de la paga extra de Navidad que nuestro ínclito Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy anunció, el no menos ubérrimo señor Grinán, Presidente de la Junta de Andalucía, anuncia, asimismo, que “para que la misma carne no sufra dos escarnios seguidos” da marcha atrás (recula) y, el bueno de él, cumple su promesa electoral de no bajarnos, desde sus instancias, el sueldo.
Me temo que no va a ser el único espejismo de tal naturaleza que vamos a poder atestiguar. Estoy segura de que esta gentuza ve lo que se está cociendo en nosotros. Ve nuestro monumental enfado, y que los funcionarios, como colectivo, si actúan con unidad en sus protestas y determinaciones, pueden ejercer una fuerza tan brutal como devastadora. Una protesta contundente ante tanta vejación podría descuajar por completo nuestros múltiples (e incompetentes) gobiernos. Así que, por mínima que sea su inteligencia, comprenderán que más les vale, en muchos casos, rectificar, o, mejor, hacer como que rectifican. Resultado: la desmovilización. Resultado: el adocenamiento. Resultado: la división.
Y saben que el César venció porque dividió.
El día 19 de julio, en la marcha de Granada, quise manifestar, al igual que miles de personas, (y que los medios publiquen los datos falaces que quieran publicar) mi dolor por los ultrajes sufridos, como trabajadora y como ciudadana. Quise expresar qué injustas, qué insostenibles y qué intolerables me parecen sus gestiones. Y qué ruinosas, a todas luces, van a ser. Aunque me temo que, tristemente, ellos, Rajoy, Griñán, o el que queramos mencionar, no son más que peleles, sin poder alguno, de instancias superiores.
Quise decir, en definitiva, lo que todos sabemos: hay alternativa.
Así que marchemos unidos, continuemos trabajando en contra de este proceder que los de arriba se han fijado como meta. Sus decisiones están sembrándonos con sal. Y este es, sin duda, mal abono para el futuro.

viernes, 6 de julio de 2012

Nadarín



Nadarín
Bien pensado, ¿quién se acuerda ya de que el despertador sonaba a eso de las 6 y 6? (Sí, a qué negarlo, algunas necesitamos nuestro tiempo para despegar los ojos, hacernos fuertes con el bol de cereales, leer de refilón las noticias en Internet y comprobar el correo, a ver si alguien, aparte de las empresas de venta de cupones, en medio de la noche nos dedicó alguna palabra) A las horas a las que escribo estas reflexiones, ya habría recogido a mis compas del turno de coches, y nos estaríamos riendo a base de decir chorradas, o  bien irían apoyando la cabeza en los cristales, en modo “no estoy (ni voy a estar) operativo”. A veces, y esta es la peor de las opciones, alguno de nosotros toma la palabra y, pim, pam, pum, sin escatimar en repeticiones innecesarias, hace un repaso del último claustro, o del rendimiento del 4º C, o de la falta de colaboración de los compañeros…  ofreciendo la oportunidad, sin duda no suficientemente valorada, de trabajar ¡una hora más GRATIS antes de llegar!, a modo de calentamiento y puesta a punto. En la mayoría de los casos el resultado está relacionado con un humor de bilis negra que se hará hueco en nosotros para toda la jornada.
A seis de julio, abunda sin embargo entre los de nuestro gremio la sensación de que estos días de vacaciones nos han oreado casi por completo. Y he decidido, al menos hoy, cumplir ese ingrato papel de moscón impertinente que tanto he visto funcionar en nuestros turnos de coche. Lo lamento, pero se trata de renovar convenientemente, en su medida,  la conciencia de lucha que nos inundó a final del curso. Y de resultas, renovar también esa reacción inmunitaria que apareció en forma de anticuerpo verde, esa “marea”, que conviene activar y reactivar a menudo.
Ayer alguien cercano me leyó, con esa voz maquinal que se pone al hacer referencia al titular de un periódico, que nuestro excelso Presidente del Gobierno, Don Mariano Rajoy, se ve obligado a pedir “nuevos esfuerzos a los españoles”, a pesar de que aún nos pica el golpe del último varazo. Según entendí, estos venían a concretarse en nuevas subidas del IVA o en nuevas bajadas de sueldos para los funcionarios. Bien pensado, tiene lógica. Obsérvese la reacción del ciudadano medio: se hunde la economía a base de especulación y de negocios bastardos: no pasa nada; se hunden los bancos por el insensato juego de los mercados (¿?) , no pasa nada; se hunde la productividad de toda la maquinaria de negocios basada  en la construcción (siempre abocada al agotamiento de sí misma), que hasta ahora había sido la gallina de los huevos de oro,  y…  ¡no pasa nada!: arrimemos el hombro, seamos solidarios, aunque hay dinero de sobra, al menos para inyectar a esos gigantes (Bankia y compañía) que necesitamos vivos para vivir, y que de resultas, cuanto mayor fuerza adquieren a nuestra costa, más gustosamente nos devoran.  Y de paso, aunque no tenga mucho que ver, ni solucione gran cosa, hundamos el sistema de bienestar alcanzado en este país durante décadas, porque, señores, eso sí que no era sostenible. “Ahí”, se nos dice, “radicaba el problema,  ¿cómo habéis podido pretender vivir como si fuerais ricos?”, nos espetan nuestros sensatos políticos, mostrándonos al hablar, en gesto franco, las palmas de las manos.  Y el resultado, nuestra reacción como ciudadanos, es menear la cabeza, resignadamente y aceptar. Creer tal explicación.  Callar. Qué fácil se lo ponemos.
Este panorama les invita a atreverse a dejar el dinero quieto donde está (porque está), sin generar inversiones que oxigenen el estado de la economía.  Se apuesta por el recorte porque de paso, aunque no haya justificación, podrá desguazarse el sistema público, educativo y sanitario. Se atreven y meten la pala, y la gente mira, como miran los señores mayores cuando en su pueblo los obreros abren zanjas. Es un placer muy español ese de situarse como observador, como voyeur, y mirar. Mirar cómo se construye. O mirar cómo se destruye, tanto da, pero el español medio, con estarse quieto y mirar, va bien.
Perdone la concurrencia, pero es que, a pesar de que las vacaciones son un bastión donde curarnos, y en cierto modo tomar fuerzas, la desconexión total de estos meses es el río revuelto ante el que nuestra clase política se frota las manos. Por lo que más convendrá un descanso activo. Descanso consciente. Descanso preparatorio en  continua posición de defensa.

El otro día me leyeron un cuento para niños que se llama Nadarín. Me lo descubrió mi querida Asociación Entrelibros. La historia viene a tratar de un pez negro que estaba rodeado por cientos de pececillos rojos. Nadaban en libertad, a sus anchas, por el mar. De repente, un pez enorme aparece y devora una gran cantidad de pececillos rojos. Nadarín huye despavorido, con todas sus fuerzas se pone a salvo. Pero, a pesar de estar vivo, a partir de entonces sólo el horror tiene cabida en su corazón, vaga en soledad, sabiéndose vulnerable en extremo. La cuestión es que Nadarín, tras mucho deambular,  se encuentra con un nuevo grupo de peces rojos, que, de repente hacen suya una idea absolutamente brillante: ¡nadar juntitos, muy pegaditos, desplazarse de una sola vez de un lado a otro! Cualquier pez, por enorme que fuera, no podría discriminar la diferencia entre enfrentarse a alguien de su propio tamaño o enfrentarse a tantos pequeños que, de resultas, eran  en verdad fuertes, en verdad capaces de plantar cara al tamaño del depredador.
¿Podría aplicarse esta historia de niños al proceder que sería deseable en el colectivo docente? El cuento infantil, como aseguraba Bruno Bettelheim, no es sino un simulacro de la realidad, ante la que da respuestas, por analogía. Ensayemos esa desacostumbrada unión de nuestro gremio, preparémosla en nuestras cabezas para antes de septiembre.